miércoles, 24 de noviembre de 2010

La fotografía en las guerras carlistas

Interesante artículo con profusión de material fotográfico referido a la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), en el blog de Juantxo Egaña, coautor junto a Juan Pardo del libro Historia fotográfica de la última Guerra Carlista. Puede visitarse en este enlace.

martes, 16 de noviembre de 2010

Benedicto XVI en España: Consejos para la Política Económica

Es imposible que un pueblo pueda desarrollarse en lo económico, si en él surgen tensiones sociales fuertes. Es también imposible que pueda avanzar con soltura en actividades productivas competitivas, la nación que ofrezca una población cada vez más envejecida. He aquí que sobre ambas cuestiones se ha pronunciado, en su reciente viaje a España Benedicto XVI. La oportunidad de leer sus palabras desde el marco de la economía parece bastante necesario.

En primer lugar, en el vuelo hacia España, después de elogiar que «el renacimiento del catolicismo en la época moderna se produjo, sobre todo, gracias a España», con figuras como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de Ávila, agregó: «Pero también es verdad que en España nacieron una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo, como pudimos ver en los años treinta. Esta disputa, más aun este enfrentamiento ha vuelto a reproducirse de nuevo en la España actual».

Entonces, a partir de 1931 —recordemos la expulsión de los jesuitas por un Azaña que rechazó, como prueba en su «Diario» la mano tendida por Angel Herrera para impedirlo, y no digamos la quema de iglesias y conventos— se provocó una tensión social muy fuerte que se encuentra entre las causas, no sólo de la caída de la peseta, sino de las inversiones. Basta recordar lo que precisamente sobre enlaces entre tensión social e inversión había señalado para siempre Flores de Lemus en su artículo «Cambio y precios» publicado en «Revista Nacional de Economía», marzo-abril 1929. O, en otro sentido, tengamos presente la fuga de capitales que provocó la política anticlerical francesa sobre todo tras la aparición de valoraciones de los bienes de las congregaciones religiosas francesas en el «Bulletin hebdomaire des travaux de la Maçonnerie en France», de 29 de abril de 1898. La imitación actual de lo sucedido en Francia, que tan bien le vino a España al recibir fondos que hubieran de otro modo permanecido en el país vecino, resalta si se lee el apartado «L’ assaut contre l’ Église et l’ armée», en el volumen III del libro espléndido de Pierre Chevallier, «Histoire de la Franc-Maçonnerie française» (Fayard, 1975). El PIB español por habitante, en declive desde 1929, acompaña a estas tensiones. Generar un enfrentamiento agresivo por motivos laicistas en un país católico, por fuerza hace repetir lo que ya experimentamos hace casi setenta años, y como corolario, facilitar la salida de capitales de España y dificultar la llegada de fondos foráneos, lo que complica las posibilidades de salida de la crisis de un país altamente endeudado en el exterior como está hoy España.

El segundo mensaje tuvo lugar en la consagración de la Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona. Planteó Benedicto XVI la necesidad de ampliar nuestro Estado de Bienestar y de favorecer la natalidad. Estas fueron sus palabras: «No podemos contentarnos con esos progresos —los que se contemplan en los ámbitos técnicos, sociales y culturales—. Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales como la atención, protección y ayuda a la familia... Por eso la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y sociales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y forman una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada jurídica, social y legislativamente».
No es preciso insistir. Antonio de Mendoza Casas, en su artículo publicado en «Verbo», enero-febrero 2010, «Futuro demográfico de España y de la Iglesia en España» había advertido, con un cálculo realmente bien hecho, que el número de mujeres en edad fértil, esto es capaces de procrear, descendía de 7.669.800 en 1980 a 3.163.793 en 2010. Alejandro Macarrón Larumbe, en su artículo «Una economía con plomo demográfico en las alas», señaló en «Expansión», 26 de abril de 2010, como en «el segmento de edad de 25 a 35 años, de vital importancia para la productividad de las empresas, el consumo o la compra de viviendas hay un 15% menos de españoles que en el año 2000 y cada año, hasta 2020, habrá de media un 3% menos que el año anterior. No serán ellos quienes impulsen de nuevo el crecimiento o la recuperación del mercado de la vivienda en España». La política seguida, sobre todo últimamente, fomentará esto. Desde el Estado de Bienestar a la productividad, o sea, todo el entramado socioeconómico español, está en peligro.

No escuchar la palabra de Benedicto XVI, también desde el punto de vista de la Economía será, sencillamente, irresponsable.

Juan Velarde Fuertes|ABC

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una ecuación del Universo sin Dios

Entre los asombrosos talentos de Stephen Hawking, formidable físico matemático, se cuenta el de convertir en best-sellers libros que no entiende casi nadie.

Tal fue el caso de Historia del tiempo, una obra que se encuentra sólo al alcance de algunos investigadores de punta. Pese a todo, la obra se vendió por millones. Alguna rara conjunción astral, algún recóndito pliegue del universo, se oculta detrás de este fenómeno, ya que Roger Penrose, coautor junto a Hawking, en paridad de fuerzas, de importantes aportaciones a la física, obtuvo hace veinte años un éxito de ventas histórico con un libro titulado "La nueva mente del emperador".

Comprender "La nueva mente" exigía dominar el teorema de incompletitud de Gödel, saber sicología cognitiva, y un montón de mecánica cuántica. Poquísimas personas reúnen estas tres condiciones. Ello no impidió, no obstante, que el libro se disparara en las listas. El último lanzamiento de Hawking, "El gran diseño", escrito con el divulgador de la ciencia Leonard Mlodinow, va camino de superar los récords anteriores. Esta vez la clave del llenazo no es misteriosa. Dios interesa a casi todo el mundo. Mucha gente se pregunta si es necesario invocar la intervención de un agente sobrenatural para explicarse la existencia del hombre. Los autores pretenden que la ciencia proporciona una respuesta a estas cuestiones, y han servido al público un producto de mucho gancho: el equivalente metafísico a "Todo lo que usted quiso saber sobre el sexo & no se atrevió a preguntar", el manual de Reuben que hizo furor en los 60 y que Woody Allen parodió en una película. Una fórmula infalible, arrasadora.

El libro, por desgracia, es un fiasco, y también un lío. "El gran diseño" es un apresurado cóctel filosófico en que, a la interpretación de la mecánica cuántica conocida como «interpretación de Copenhague» -nada realmente nuevo: se formuló a finales de los años 20-, se añaden dosis considerables de idealismo y un aparato científico que a veces se explica con brillantez, otras no tanto, en la que se hace al lector la cortesía de no emplear ecuaciones, y donde se nota demasiado la mano pesada, la tosca técnica literaria, de Mlodinow.

Quién creó a Dios

El principal propósito de los autores es refutar el deísmo, cuya enunciación más célebre nos envía al argumento del reloj y del relojero: nadie que se tropezara con un reloj en el desierto podría dudar de que ha tenido que construirlo un relojero. El relojero, por supuesto, es Dios. El argumento, en su estructura nuclear, es viejísimo (véase Cicerón: Sobre la naturaleza de los dioses, II, 35), y los motivos para no aceptarlo también lo son. D`Holbach, un comecuras terrible que tuvo el acierto escénico de morirse el mismo año en que asaltaban La Bastilla, los resumió diciendo que la pregunta se desplaza, no se resuelve: en efecto, sigue en pie el enigma de quién ha creado a Dios. D’Holbach sugiere, igualmente, que la pregunta sobre el origen de todo carece de respuesta. Hawking es menos prudente.

Algunos físicos contemporáneos han resucitado el argumento del relojero a través de lo que se conoce como el Principio Antrópico. El principio se puede desglosar en dos puntos. Uno: desafía a la estadística que las leyes del universo sean justamente las que se precisan para que estemos aquí para contarlo. Dos: hay que buscar una explicación. Para los creyentes, esa explicación podría ser Dios. No es seguro, dicho sea de paso, que lo que se plantea el Principio Antrópico tenga sentido. Por ejemplo: tiene sentido que me pregunte por qué la mujer a la que adoro me ha elegido entre otros cien pretendientes. No que me pregunte por qué me ha tocado el gordo de Navidad.

Hawking no adopta esta cautela y aporta una impugnación del deísmo remozado invocando la Teoría M. Ahorraré detalles al lector: la teoría establece que el universo es un enorme objeto cuántico, y que, como corresponde a todo objeto cuántico, ocupa muchos estados posibles, de los que el universo que medimos es sólo uno entre un número casi infinito de universos alternativos y por lo común inhabitables para la especie. No hay que apelar, por tanto, a la premeditación inteligente, ni a la existencia de Dios, para entender por qué las leyes de la naturaleza están sintonizadas de tal modo, ¡oh maravilla!, que la vida humana es posible. En efecto, las leyes naturales podrían ser de otra manera. De hecho, lo serán para otros observadores.

Filosofía dudosa a un lado, conviene añadir que, según señaló el propio Penrose en una reseña muy ácida (Financial Times, 4-9-2010) la Teoría M es conjetural, un gadget especulativo que se sabe cuánto durará. «Creo porque es absurdo», afirmó Tertuliano refiriéndose a la resurrección de Cristo. «Creo poder decir con certeza que nadie entiende la mecánica cuántica», escribió Feynman, el gran héroe del libro. Vaya lo comido, por lo servido.

Álvaro Delgado Gal|ABC

martes, 9 de noviembre de 2010

Canción "Boinas Rojas" (interpretada por Voces de Gesta)

Ventana externa

El liberalismo enemigo de España

“El liberalismo...nació políticamente con la revolución francesa que inscribió como primer miembro de su triple lema:liberté; aunque sus raíces doctrinales se remontan por lo menos al protestantismo y al Renacimiento. El liberalismo es racionalista, es decir, proclama la autonomía de la razón, a la que convierte en diosa, negando de rechazo a todo otro Dios, en forma clara o sobreentendida. De la religión prescinde, considerándola a lo sumo, como cosa desentimiento, es decir, como algo infrarracional e indigno del hombre, divertimiento inocuo de niños y mujeres. Respecto a la moral, cada uno debe forjarse la suya, según sus propias convicciones y las conveniencias sociales. En el orden político el liberalismo defiende que la misión del Estado es garantizar la libertad individual, evitantdo únicamente el choque violento de unas libertades con otras, con lo que se podría perturbar el orden público. Es la concepción llamada del Estado-gendarme. Por lo demás, el fuerte puede muy bien oprimir al débil; engañar al inocente el astuto; sorber al prójimo las entrañas el usurero; estrujar al pueblo por el terror el cacique; y llevar siempre, en una palabra, las de perder el hombre honrado y las de ganar el hombre sin ley y sin conciencia para el cual no hay arma prohibida. El liberalismo proclama naturalmente la libertad de pensamiento y de palabra y de conciencia y de cultos...La misma libertad para la verdad que para el error, porque para él no existen errores ni verdades, es escéptico; la misma para el bien que para el mal, porque para él ni el mal ni el bien absoluto existen. Y la libertad de contratación , porque ignora que exista un orden objetivo de justicia. En el orden económico, deshumaniza el trabajo, considerándole como una pura mercancía. Y el capital, al que rinde culto, como a su único dios. Y defiende el libre cambio, lo mismo entre individuos que entre naciones; libre cambio en que queda siempre aplastado el pobre y el débil, y más honrado y potente el rico y el poderoso. El liberalismo es pecado y fué siempre condenado por la Iglesia.”

P. Maestro don Fray Albino González y Menéndez–Reigada, Obispo de Tenerife. “Los enemigos de España”. La Laguna -1939.

¿Deber de votar?

Las urnas electorales son los
contenedores de basura del sistema liberal partitocrático.

El deber de votar: he aquí un tema muy central de la Moral política de hoy, en el que el magisterio episcopal no ha dejado de pronunciarse en la España anti-cristiana de hoy, invocando, aunque no sea de manera expresa, la doctrina del “mal menor” (…).

Desde nuestro punto de vista (…) la participación en las elecciones implica, ante todo, una aceptación de los principios del sistema. Como hemos dicho ya, y hemos explicado en otras ocasiones anteriores, el voto se compone de una opinión –la opción personal- y un acto de voluntad, que no tiene por objeto esa misma opinión, sino, -y esto es lo más grave- la aceptación del resultado del escrutinio. Quien emite el voto –sea electivo sea legislativo –viene a decir: “yo opino que esto es lo mejor, pero en todo caso acepto y quiero lo que del resulte del escrutinio”. Esa es la “volonté générale” del liberalismo. Es decir, votar es aceptar el sistema impuesto, como, en cualquier competición deportiva, el que toma parte en ella, aunque pugne por vencer, acepta las reglas del juego y acepta el resultado que declare el árbitro. Quien no quiera aceptarlo, no debe participar en el juego.

Así pues, también en esto lo que debe tenerse en cuenta es la consideración de la prudencia. Toda la cuestión del llamado “mal menor” debe plantearse como cuestión de prudencia, y, por tanto, casuísticamente, por las diferencias prácticas entre una actuación positiva o una abstención (…) es cierto que la actitud de abstención, perfectamente lícita, tiene un alcance mayor, por cuanto equivale a una repulsa del orden establecido por el poder constituido. En otras palabras: no participar en el sufragio es una oposición no solo a un acto concreto de la potestad, sino a todo el orden establecido por ella. Con todo, no implica un desacato a la potestad misma y, por ello, es lícita la abstención. Esto, aparte de que, como se dice conclusivamente en el estudio antes citado, “la política del mal menor es la política del mal mayor”, por los efectos actuales de la claudicación de principios que tal “política” siempre supone. Solo por el afán de adhesión a las corrientes dominantes de un momento histórico puede explicarse la obcecación doctrinal que ha llevado a una declaración de autoridad que grava tan innecesaria e indebidamente la conciencia de los fieles con el nuevo y supuesto deber de participar en las elecciones, cuando en otras ocasiones moralmente más apremiantes se optó por un desorientador silencio. En el fondo, sería como si se hubiese impuesto a los cristianos de la época de Nerón el deber de participar en los actos oficiales del culto imperial, siempre en virtud del “mal menor”, porque, en efecto, el dominio del emperador romano era “menos malo” que la anarquía que podría ser la consecuencia de la insubordinación contra el orden oficial de la época. Pero es claro que el deber de acatar la potestad de Nerón no conlleva la de aceptar el orden oficial por él impuesto, pues, como hemos recordado, hay que obedecer a Dios más que a los hombres (Hechos V, 29) y no hay diferencia esencial entre la potestad de Nerón y la de los nuevos gobiernos democráticos, cuyo anti cristianismo es, desde luego, mucho menos disculpable que el del ignorante Nerón.

Álvaro d´Dors
"La violencia y el orden". 1ª edición Pamplona 1987